La psicoterapia es una investigación co-creada que busca cerrar brechas disociativas. Esta investigación es inevitablemente tanto corporal como intersubjetiva. El arte y la ciencia de usar el self del terapeuta como instrumento guía, como una especie de «brújula», puede ayudarnos a orientarnos dentro del proceso de un cliente o informarnos de posibles intervenciones terapéuticas. El self del terapeuta se presenta fenomenológicamente en el proceso terapéutico con hiper e hipoestados afectivos y kinestésicos, así como fenómenos de imágenes viscerales o afectivas. La comunicación entre el terapeutas y el cliente se produce de múltiples maneras, pero también incluye la «intersubjetividad primaria» corporal, como la propiocepción informada por neuronas espejo, fenómenos de melodías inter-afectivas o límbicas. Como tal, la psicofisiología de un terapeuta tiene el potencial de desarrollar un instrumento afinado, un instrumento que puede escuchar las voces sutiles del inconsciente de un cliente, escuchar su música silenciosa, buscar significado en su oscuridad y guiar nuestras intervenciones terapéuticas. En el otro extremo de este espectro, estos sistemas psicobiológicos facilitan igualmente las representaciones o las rupturas menores y mayores en la relación terapéutica cuando ambos estados hiper e hipo pueden «deshabilitar» nuestro instrumento de terapeuta y llevarnos a estados fragmentados, disociativos o polarizados. ¿Cómo podemos reconocer estas dinámicas? ¿Y cómo podemos trabajar constructivamente con sus umbrales, o dentro de las vulnerabilidades metabolizadas del terapeuta que se activan en tales momentos?
Psicoterapeuta, supervisor, artista y escritor