El futuro es más incierto que nunca, vivimos en tiempos de incertidumbre, las consecuencias del COVID-19 y las consecuencias de las políticas extremistas que actualmente predominan en varios países.
La incertidumbre y lo desconocido siempre se han «metido con nuestras neuronas».
El mundo antes de la crisis se movía a una velocidad increíble «como si lo supiera todo», con cierta certeza y facilidad.
De repente descubrimos que no sabemos lo que creíamos saber. Este nuevo descubrimiento de nuestra ignorancia nos deja en un estado de angustia psíquica y emocional, ansiosa, desesperada, indefensa, deprimente. Por otro lado, parece que se están abriendo posibilidades para que descubramos, ya sea en nuestro «aislamiento» o juntos, lo que podemos hacer juntos en solidaridad y la cooperación basadas en el descubrimiento de nuevos caminos, posibilidades y sobre todo valores.
La pregunta de cómo podemos responder a lo incierto y a lo desconocido es la pregunta que no desaparece. Diciendo más: cómo enfrentar la separación, el abandono, la muerte y la asfixia. ¿Son siempre negativos?
Para tolerar esta incógnita y esta incertidumbre que causan tanto pánico en una sociedad acostumbrada a saber, ¿cuáles serían las consecuencias y propuestas psicológicas, neuro-psicológicas, sistémicas, ambientales, ecológicas para nosotros los humanos en el mundo en que vivimos?
